jueves, 3 de septiembre de 2015

Despiértame cuando termine septiembre.

24. Sep. 2008
Ya había pasado más de una semana de que había tenido la plática de “reconciliación” con Jocelyn y las cosas ya deberían estar como antes, ella seguía sin entrar a clases y si entraba, llegaba tarde, no podía sentarme con ella, porque ya no había lugares, ella seguía con su novio, por eso siempre se salía muy rápido del salón y no podía probar si las cosas ya estaban bien.
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No sabía si preguntarle, ella seguía esquivándome como si yo tuviera lepra o me la fuera a comer, en una clase pensando en las cosas que me había dicho, eso de reparar nuestra relación y que me quería y esas cosas, llegué, le pregunté si me podía sentar con ella, me afirmo con la cabeza y quito sus cosas, por más que le quería hacer la plática ella se limitaba responder con un sí o un no, también le pregunte que si estaba bien que estuviéramos hablando y ella contesto con un ¿Por qué no? Pero todos nos damos cuenta cuando no somos queridos en un lugar, así que no trate de hablarle más ese día, unos días después ella se fue al terminar una clase con los del salón a un billar que estaba cerca, yo no fui porque de esa clase ya me habían dado de baja y por eso yo entraba más tarde, en ese bar ella platico con un amigo que se llamaba Uriel él tenía como 26 o 27 años  por eso todos creían que era más maduro, ella le dijo que yo no la dejaba en paz, que no dejaba de pedirle que anduviera conmigo, que el otro día hasta le rogué que nos volviéramos a hablar y que ella ya ni me quería hablar por la actitud que yo estaba tomando, el al llegar a la escuela me vio y me dijo:
-Héctor... tenemos que hablar, en serio tenemos que hablar.
Yo le conteste que sí, porque yo no sabía de qué hablaríamos, me empezó a contar lo que le había dicho Jocelyn, aconsejándome que ya no la molestara porque ella ya se había cansado y no quería ser mala onda conmigo, yo le dije a Uriel que eso era mentira, él me dijo que no tenía que negarlo, al ver que no me creería me aguante y  le dije lo que quería escuchar, que ya no la molestaría y hasta le agradecí por hacerme el favor de preocuparse por mí, él dijo que no era nada, que para eso estaban los amigos.
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Íbamos entrando al salón y le pregunte a Jocelyn si me podía sentar con ella, ella dijo claro y me sonrió, cuando nos sentamos le dije:
-estuve hablando con Uriel y sólo quiero aclarar una cosa, ¿Por qué le dijiste que te había rogado para que te hablara? Hasta donde recuerdo, tú fuiste la que me dijo que me quería mucho, tú fuiste la que me pidió que nos habláramos como antes y tú fuiste la que lloro.

No me respondió nada, no sabía que contestar, después me pidió una disculpa diciendo que no fue su intención hablar mal de mí y sí, ahí va el pendejo de Héctor a creerle, aún quedaba una práctica de campo a Puebla y habíamos quedado en ir todo el camino juntos, pensé que aún faltaban unos días, todavía se podían arreglar las cosas, con tantos problemas siento que lo mejor es que le hagan caso a Green Day o mejor que me quede dormido y no me despierten: “El verano vino y se fue/ la inocencia nunca durara/ haz sonar de nuevo las campanas/ como cuando las sonamos al iniciar la primavera / aquí viene otra vez la lluvia/ cayendo desde las estrellas/ empapándome en mi dolor otra vez/ siendo quienes somos/ como mi memoria descansa/ pero nunca olvida lo que perdí/ despiértame cuando termine septiembre”.

martes, 1 de septiembre de 2015

Esta vez voy a intentarlo otra vez.

Verano. 2008
Se me ocurrió que  el primer paso para ayudar a Berenice era estar con ella, bueno eso no lo hacía para ayudarla a ella, solo lo hacía porque me gustaba estar con ella... más bien, era para ayudarnos mutuamente, le regale mi muñequera que traía puesta para que ya no tuviera que usar suéter, y así pudiera esconder sus cicatrices, después de que se le quitaron las marcas me regalo otra, dijo que nunca me la quitara, era como un recordatorio de que ella me quería, --y esa es la razón de que use muñequera hasta que cumplí 20-- para que regresara su confianza le decía constantemente lo bonita que era y que su peso estaba bien, que no debía preocuparse de eso y lo mas difícil, aparte de hacer que cambiara su actitud manipuladora, huraña y voluble, era hacer que volviera a comer, era obvio que  no lograría un gran cambio en su actitud y autoestima en unos cuantos días de visita, pero le seguía perjudicando mucho no comer, cuando iba a visitarla a su casa le preguntaba siempre si ya había comido, ella siempre decía que ya había comido fruta, pero lo que comía no contaba, sólo había comido un mango en la mañana y ya era bastante tarde, entonces le decía que me sirviera de comer y le decía que también comiera ella porque no me gustaba comer solo.
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Le contaba parte de lo que pasaba a Heriberto, pero no le contaba todo y no porque no le tuviera confianza, no podía traicionar la confianza que ella me tenía, él me dijo que se ella me hacía de comer porque me quería mucho, yo sonreí y le dije que rara vez lo demostraba.
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Cuando estaba en su casa regularmente estábamos solos, escuchábamos música y ponía mucho una canción de Café Tacuva, a mí no me gusta ese grupo pero la letra me parecía muy linda y estaba acorde con lo que estaba pasando en esos días, tal vez debí ser más desinhibido, atreverme y tal vez un día y con algo de suerte... Nunca intente aprovecharme de ella ni de su situación, no fue porque no quisiera, solamente yo no era así. Las vacaciones ya se estaban acabando y sentía el tiempo se me terminaba, sabía que cuando empezaran las clases no sería lo mismo, ya no la vería porque nuestros turnos eran diferentes y verla los fines de semana por mí no había problema, tal vez ella no quería, con eso de que tenía cambios de humor y no la soportaría siempre.
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Uno de los últimos días que fui a ver ella me abrazo y me dijo:
-gracias.
-no tienes nada que agradecer-  recargue mi cara en su hombro sintiéndome feliz y como aliviado, sentí como si algo se llenara.
-¿Qué tienes? ¿Por qué estas así Héctor?
-no, nada es que desde hace mucho necesitaba un abrazo
-que tonto, ya sabes que estoy aquí...


Y antes de separarnos recordaba la canción que ponía Berenice para no olvidar que tenía una oportunidad: “De pronto ya no sé qué pasa en mi/ de pronto ya no sé quién soy/ de pronto ya no reconozco nada de lo que un día fui.../ hoy me pregunto a donde voy.../ esta vez vengo buscando el corazón/ esta vez lo intentare otra vez.../ esta vez no quiero otra ilusión.../ esta vez y más yo tratare de hacerte bien/ si la vida me regala otra oportunidad”.